Maldita sivilisasió.

Les aventures del agüelo “Sebeta”: Maldita sivilisasió.

Charrada com totes les raderes meues, un poc trista y dura, per lo que demano als amohinats y als que estiguen baisos de moral, que sen envasquen a un atra paret més alegre. Avisats esteu, llugo no vingau que si la agüela fume.
Ham pasat uns díes a la playa. Be, bon tems, la aigua del mar calenta, sense Ana, ni res. Mol be.
Me sentía com a Luiset, caminaba per la playa, sense corre per los añs y les garres. Pero com una dotora, amiga meua, me va di que calsigara l’aigua, pa descarregá la energía negativa, la potechaba hasta en forsa, a ver si aisí caie tota y me quedaba lliure de un camí.
Bon minchá y de vacasións. Poca chen, dingú te molestae. Pa acabau de fe divertit, vachs tindre la aventura del buitre, que tos contaré un día de estos. Que be se está cuan se está be, en bona chen. Me veníen idees al cap, cosa que ya fae tems que no pasáe. Pero tot se acabe. Air vam torná a la “sivilisasió”.
Encara me duráe la bonansa de la playa, hola Antonio, Adios Aurelio, hasta vachs saludá a la chica que está demanán almoines a la porta de Mercadona, ella me va regalá una riseta. La vida es alegre. Tot va be. Vachs comprá, me va tocá una cajera amable. Ya te dic, be.
Pero, al eisí, per la mateisa sereta que yo puchaba, baisae una chica, una dona, suposo una mare, en tres chiquetes.
Aisó ña que esplicau. La chica gran, uns diau añs, anae en una cadira de rodes, en lo cap bais, pareisie que ya no li quedaen llágrimes, cara seria, mol seria, sabíe lo que tenie y estáe conforme, pero algo li pasae, se notae.
La michana, tendríe uns siat añs, anáe espentán la cadira de sa chermana, ere baiseta, no arribae ni adal de la part alta de detrás de la cadira, anae mirán entre los barrots, pa guía la cadira.
La menuda, tindrie tres o cuatre añs, anáe dabán, ubrin pas, estáen arribán a casa, ubririe la porta y la mantindrie ubiarta pa que puguere entrá be la cadira, anae mol chustet.
La jefa, portae cara de vinagre, se notae que no estáe contenta en lo papé que li habíe donat lo directó de la vida, mirae a tot lo mon en cara de mal genio, com si los demés tinguerem la culpa. Anae a la bora del carro, pero no se dignae ni se espental, ni dirigil. Per la cara agra que duye, se debíe de acaba de beure mich litro de llimó sense sucre.
Van arribá a la porta, anaen a entrá, la menuda la primera, va ubrí la porta de par en par y la va sostindre ubiarta pa que pasaren les demes. La michana va enfilá la entrada, pero sa mare va voldre entrá al matéis tems y va espentá la cadira que va chocá contra lo brancal de la porta de la ma isquiarra.
Los piaus de la chica gran van entropesá en lo marc de aluminio. ¿Se haurie fet mal? No va protestá, no se va queisá, lo mal anáe per dintre. Desde llugo ella no habíe tingut cap de culpa, tampoco la michana perque la habíen espentat.
Pero se va escoltá la veu ¿veu? de la algarsa: “No si tampoco lo cap lo tens be.”
¿Tos doneu cuenta de la burrada que habíe dit la bruisa en un santiamén? Li acabae de di a una cria presiosa, impedida, que tot u teníe mal, hasta lo cap que debíe sé lo únic que li funsionae. Y se va quedá tan tranquila, yo diría que hasta satisfeta. No li va cambiá la cara, bueno si se habíe tornat un poc més fea y aisó que deu de sé una dona guapa, pero no sé cuán.
Yo estaba pasán, pero se me quede grabada la cara de la cría de la cadira. No va di res, no va cridá, no se va queisá, no se va rebelá, ya estáe farta de resibí insultos, males palaures, ni un cariño, ella, la pobra que no habíe fet res, ere la que teníe la culpa de tot. Aquells ulls, mol fondos, no miraen cap a fora, estáen ensimismats mirán cap a dintre, al seu cor, cuán més podríe patí. Les dos chermanetes se li van quedá mirán en compasió, en cariño, en pena per no podeli achudá, alló debíe de se costum de tots los díes, tamé va ñaure alguna mirada de rabia cap a sa mare, pero se notae que ñabíe po.
Eisa chiqueta que a un atre puesto haguere pogut sé un poc felís, mai u serie, estáe condenada a aquell infiarn, tan chove y tan vella, de nit y de día, mai tornará a caminá, ni siquiera Deu li donará forsa pa eisecás un día y di men envach.
Qué dura es la vida. Tres metros de sereta sen van endút la alegría almasenada mentres diau díes.
Maldita sivilisasió.
(Sí ya sé que estes coses poden pasá a cualquier puesto, pero air habíen pasat aquí y dabán de mi. Vachs sé cobart, no me vachs atreví a dili res a la rabosa, perque sé que al remat la meua queisa la haguere pagat una chiqueta que estáe sentada a una cadira, pero que no descansae de pati.)
Vachs crusá lo carré, lo de la tenda de enfrón es amic meu, me va cridá. Vachs entrá, mos vam saludá en alegría dispués de diau díes sense veuremos.” Fachs los añs.” Home! una alegría, ya ere hora la nesesitaba. Sí, sí.
Te vull contá una cosa- me diu- Los ulls bañats. Mal pinte.
Lo miro, dienli, sense parlá: Seguís.
Y u fa:
“Cuan treballaba al taller tenía un amic, menudet, pero mol gran com a persona, mos animae a tots, tocae la guitiarra y cantáe jotes.
Fa un añ va vindre a veurem. Teníe mala cara. ¿Qué te pase?
Hay pasat lo Covid y me ha disat com heransia una gran depresió.
Yo sabía lo que ere aisó, u vachs pasá cuan la meua dona sen va aná, abáns de tems, disanme sol.
Vachs intentá animal. Mira yo vachs eissí, me va costá, pero ya me veus.
Li vachs doná consells, pasecha, mol, no tingues tems lliure, prente les medisines, no estigues sol, viu en la familia, llichís, escolta música…..
La familia no teníe cap de problema, los había tocat la lotería fa un tems, uns cuáns millón, nols faltae de res.
Fa dos mesos, me va cridá per teléfono: Te crido pa dit que estic milló y perque sé que te alegrarás.
Pos home claro, vine un día y farem un caferet.
Y aisina vam queda.
Air me va crida son chermá: Lo teu amic sen ha anat al atre costat, sense avisá, lo ham trobat, sentat al sofá, a la seu bora una botella de aigua vuida y totes les caises que teníe dels seus medicaméns sense una pastilla ni micha.
No li había fet cas, se había quedat sol. Pero había segut obedien se había pres la medicasió, pero de mala manera, tota de un camí.”
Pa acabam de animá, me va posá dabán lo seu móvil: A la pantalla un home baisotet tocán la guitiarra y cantán una jota. Sol men enrecordo que, entre atres coses diebe: “Traidor Covid que destrozas familias, acabas de romper la mía……..”
Li vachs tocá lo muscle al meu amic, ell acabae de sentí parlá, bueno cantá, que encara es pichó, a un amic que ya no estáe aquí. Dels seus ulls baisaen purnes de aigua. Menuda manera de celebrá los añs.
Maldita sivilisasió,
Air de nit, me vachs chitá tart, no tenía son. Este matí me hay despertat, estae a escurines. De momén no veía res, no sabía aón estaba, hay pensat que tot lo que tos acabo de contá había segut ensomián y que seguía a la playa.
Pero, al ubri lo balcó, me hay donat cuenta de la verdat.
Maldita sivilisasio, ya no era lo Luiset, tornaba a sé lo agüelo “Sebeta”, mes vell si pot sé y en la esquena més encorbá per tot lo que me vach carregá air.
Es que me enrecordaba de una chiqueta a una cadira de rodes y de un mort cantán jotes.
Ya tornem a está aquí agüelo.

Daball del tellat.

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Daball del tellat.


El autor ubica las historias de sus libros en la comarca del Matarraña (provincia Teruel), en un escenario que trasciende durante la guerra civil española y el sufrimiento de la posguerra. Narra las vicisitudes de los vecinos de un pueblo ficticio llamado Aldea, donde suele situar casi todos sus relatos; en los que refleja la personalidad y las costumbres de sus habitantes.

Resumen del testimonio de un lector:

«Me fas reviure les meues vivensies i de ma Familia, que vam viure al Poble i treballabem al monte com la familia y gent del teu cuento, ademes ma Mare fae tame igual que la Maria. Tame mos pasae com al cuento, que entonses encara no ñavie aigua corrent, ni alcantarillat i com los del cuento l’aigua la teniem en una tenalla gran, al costat del foc, que teniem que ana omplin cada día en galletas i cantes»

Traducción:

«Me has hecho revivir mis vivencias y las de mi familia cuando estábamos en el pueblo y trabajábamos el campo, como la familia y la gente de tu narración. Mi madre hacía como María. También nos pasaba como en la novela, entonces aún no había agua corriente ni alcantarillado; el agua la teníamos en una tinaja grande al lado del fuego. La teníamos que llenar cada día con pozales y cántaros»